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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Soy... porque fui.



Bailaba seducida por el viento,
acariciando las copa de los árboles,
jugaba con las gotas
antes de desprenderse del cielo.



Corría descalza sobre los labios del tiempo.
Dibujaba mi nombre
en los rincones del universo.
Atravesaba los aromas de las sombras
y las guardaba en las manos del invierno.


Pintaba caballos,
libres sobre el mar
y el polvillo de sus marchas,
salpicaban mi ciudad.



Era polizonte en las alas de las hadas.
Y era el color rojizo de los desiertos.
Hurgaba en las corrientes de todas las aguas
y asaltaba todos sus secretos.


Estornudaba carcajadas,
escondida entre las plumas
transparentes de los pájaros
indefensos.





Era la coladera de aromas florales
que entra por las rendijas,
para atraparte y atraparme,
un instante en tus mejillas.


Suspiraba los rayos del sol sobre tu mirada.
Y montando un caracol,
 me escapaba…


Era el grito del agua reventando contra las rocas,
y era la palabra suave acariciando la arena.
Era la noche sola
vistiendo a las sirenas.





Jugaba  al ta-te-ti
con los demonios.
Y a los dados, con los sueños amputados.


Construía castillos de naipes
Sólo para soplarlos.


Escalaba las soledades,
sin llegar a sus cimas...
Quería sientan mis cosquillas.





Hacía burbujas con las palabras
y me divertía cuando te estallaban
en la cara.



Te desordenaba las sábanas
y  rompía tus herméticos silencios.
Me recostaba sobre tu cuerpo
y te contaba los deseos pecaminosos,
entre la luna y la bruma,
entre las nubes y los truenos.


Respetaba tu ausencia
y me perdía en ella,
desde ella
 y para ella.



Construía murallas para que me defiendan,
con ladrillos de algodón de azúcar
y leones de caramelo
que rugían deseo.


Encendía letras sobre las leñas,
sin noción de educar.
Sólo para ser chispa de esmero,
ser luz en la oscuridad.


Solía volar, tocando mis cielos,
rozando mis infiernos.
Estrellándome en mí reflejo.


Solía ser algún lugar perdido,
un mundo defeso para la realidad.
Un estanque divino.
Un secreto revelado en la intimidad.


También supe arropar
a mis niñas que dormían sobre las estrellas.
Jugaban desde sus piecitos,
con todos los duendecitos
enamorados de sus presencias.

Supe ser leona asesina.
Llorar sin media.
Secarme.
Arrastrarme.
Conocí la herrumbre con que te sepultan las pérdidas
y reconciliarme con ellas.
Supe ser super héroe
y la villana que muere.
Sonreí ante el viento.
Aspiré todos mis desiertos.
Fui una inútil comunicadora de mis versos
y me hice útil gracias a ellos.

Y hoy…

Todo y cuanto siento, vivo, expreso…
es exactamente igual al pasado.
Que es futuro desde este punto,
que se conjuga como incierto
pero bien válido como único y certero.