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lunes, 1 de junio de 2015

Un saber



Supe saber ese conocimiento
que no sabía pero me dijeron.

Supe dejarlo acomodarse en mi pecho,
como un puñetazo de vidrio picado
que vino a abrazarme desde adentro hacia afuera,
y supe dejarlo andar por mis venas.

Supe sentir el ardor
su ardor mi ardor
el fuego flagelador.  
Supe rumiarlo y que de mi garganta no pase,
andarlo como un rastro o tenerlo como peaje.

Supe vomitarlo:
 Por los pasos que no ando.
Por las manos quietas.
Por la boca embalsamada.
Por los ojos  inflamados.
Por el encierro protector.
Por la neblina opaca de mi habitación.
Por  las horas finitas.
Por el derrumbe en cámara lenta.
Por la quietud mortuoria.
Por el silencio filoso.
Por la desolación de mi sombra como toda mi oscuridad
o mi única luminosidad.


Y supe meterlo de nuevo.

Pero digerirlo… sí que no sé si puedo.