Traductor

domingo, 16 de agosto de 2015

Big Bang


Mientras la tierra gira en torno al caos
supe detenerme sobre la punta de mis pies descalzos,
encontré tus ojos sonrieron a la piel de mis palabras
y clavado en mis pecados lograste abrirme.


El torbellino se lleva cada columna antes armada con pinzas imperceptibles.
Ya no hubo superficie ni aire,
sólo hilos:
de tus labios atados a mis ojos,
de tus manos
guiando la nitidez  de mi pulso.

Un hueco en tinieblas se traga al mundo como si fuera la inhalación de un demonio
que me suelta
(Cual ángel celestial)
a saberme en  tus labios.

De repente, el silencio.
El silencio violado por tu voz.
Tu voz se cruzó con mi sonrisa.
Mi sonrisa encontró tu mirada.
Tu mirada encontró mis ojos.
Mis ojos encontraron tu presencia.
Tu presencia se hizo mi mundo.
Mi mundo que tomó la forma de chispas  intensificando  la razón existencial de los sentidos.
Sentidos verdaderos, que habían sido velados por el recorrido de girar siempre para el mismo punto.

Tan frágil todo puede caer, con sólo un suspiro pecaminoso.

Tan duro todo puede nacer, con sólo tus ojos susurrando a mis labios
lo que tus manos podrían lograr en éste cuerpo ya en cenizas,
sin tacto alguno, calcinado por el tiempo que transcurre sin piedad embriagado de apatía.

Ahí tú, el hombre con toda su fortaleza.
Aquí la mujer surgiendo dispuesta.

Mientras el mundo gira y se hunde devorado por su propio caos,
tu aliento en mi nuca, supo darme la grandeza de sentir cada parte de mi cuerpo,
latiendo según el movimiento de los hilos.
Y cuando tus ojos hablaron a mis labios
(con el lenguaje que quema)
aprovechaste para sonreír
y entonces sostenerme en toda mi elevación.
Para soltarme y atraparme según lo dicten tus impulsos.


Y así
con la humedad de tu presencia
hiciste de mis cenizas
un ser

verdaderamente Vivo.