donde la
tierra eran rocas solidas
y la lluvia
no eran gotas sino gritos húmedos que ahogan.
Hubo un
lugar, oculto tras los ojos insensibles,
donde las
palabras no existían sino las letras inconclusas,
donde el
dolor era la sangre viviendo en el cuerpo
y los
azotes eran caricias difusas.
Existió este
territorio en cada lamento
promulgado,
en cada
silencio gritado,
en cada mortuorio
paso al pasado.
Hubo un
lugar tras las sombras,
donde la
luz no se atrevía tocar,
donde las
sonrisas eran filosas
y donde
ella se ataba solo para escapar.
No había
palabras que tejieran escaleras.
Ni amores
que abrieran cielos turquesas.
No existían
manos que te guiaran.
Ni abrazos
que la rescataran.
Era un
lugar perdido
pero hallable tan fácilmente.
Era un
lugar perpetuamente abierto
pero solo
para entrar.
Solo para
atrapar.
¿Y dónde
encontrar el pasadizo que diera oxigeno al alma?
¿Dónde hallar
la grieta por la cual tomar bocanadas de alas?
¿Dónde aquella
luz? ¿Dónde aquella mirada?
Entre tanto
lodo pegajoso que adobaba su cuerpo
Entre tantos
tumbos y sin sueños,
ella hallo
un reflejo.
Algo distorsionado.
Algo maléfico.
Hubo un
centímetro nítido que justo dio a sus ojos
revolcada entre
sus propias penas
tomo fuerzas
y se acercó tanto como pudo,
encontró unos
ojos que eran suyos
y desconoció
aquello tan puro.
Se acercó
aún más, tanto que topó sus pestañas con el cristal sucio.
Y se vio.
Y vio.
Y salió,
poco a poco
metió su cabeza en sus ojos
y su cuello,
y su torso, y sus brazos, y sus piernas
¡Cuánto dolor
producía cada movimiento!
Pero no más
que el que padeció de forma eterna.
Así fue,
que tras la hendija de su reflejo
encontró el
camino de regreso.
No fueron
las palabras ni las manos ni los consuelos dichos como rosarios.
No.
Fueron sus
ojos.
Su reflejo.
Su estímulo
por respirar algo que no sea lodo negro.
Ya había
muerto.
Ya había
llegado a cero.
Ahora envuelta
en fango putrefacto
salía ante
los ojos de todos
y pese a
que aquellos la miraban distinto,
había en
sus ojos una lumbre negra
¡tan cristalinamente
negra!
heredada del
lugar.
Apuntalada por
los demás.
Nadie nunca
le dijo lo siento.
Nadie jamás
se disculpo por lo hecho.
Todos dijeron
que era débil,
que por eso
se había perdido tan adentro.
Nadie nunca
pensó
que las
palabras hieren,
que son
cadenas que te hunden,
que no
importa lo débil
o lo fuerte.
Todos se
apiadaron de su estado.
Todos se
justificaron.
Nadie nunca
pensó
que los
hechos hieren,
que son
cadenas que te hunden,
que no
importa lo débil
o lo fuerte
Todos se
apiadaron de su estado.
Todos se
justificaron.
Nadie nunca
pensó
que el
ignorar hiere,
que los no
hechos hieren,
que las no
palabras hieren,
que el no
intentar hiere.
Ella no.
Ella intentó.
Ella hirió.
Ella los
extermino.
Ahora quizás
alguno piense
que la
sangre derramada
escribe letanías
de un amor.
quizás alguno
escriba del horror
Y otros, de
sú liberación.
Ella, al nacer se embarcó en el viaje de la vida; Tan indefensa, que nació desnuda y pura al mundo...Y se fué contaminando con todo aquello que no era verdad hasta que de mayor, aquella niña era un monstruo más. Su corazón fué fuerte para no caer en la locura; al estar rodeada de tanta hipocresía y mentiras que la llevaron allí...No fué feliz, al contrario. La palabra verdad no había lugar para hacerla suya y salir a toda prisa de aquel lugar. A su alrededor estaban sus seres queridos que también vivían en la mentira por no hallar su camino...La hipocresía crecía y crecía por todas partes en todos los rincones del mundo; en un mar donde las personas sin recursos en la vida se defendían perdidas, peleándose a veces a ciegas, a veces equivocadas en su corazón...
ResponderEliminarUna mañana ella se miró al espejo del baño. Empapó sus manos en agua clara y transparente cuando por un destello, sus ojos en el espejo no dejaban de mirarla y, sintió la siceridad de su corazón tantas veces olvidado...
Lloró con fuerza de espíritu revelándose a lo cotidiano mas, ella estaba sola en el mundo, presa de la desinformación...
Ojos de gata.
ResponderEliminarHay tantas cosas que hieren...tantas como esas que cicatrizan heridas y nos entregan horizontes aunque tengan atardeceres prendidos sobre su piel.
(Vaya mirada)
Besos.