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jueves, 3 de marzo de 2016

Perfecta.

Tomé todo cuanto encontré,
menos a mí misma en el reflejo que despedía
la sombra de la niña
que lloraba negada
a aquella que respondía bajo lágrimas
los gritos desgarrados
que vienen del eco más penoso,
de la voz más acallada.

Tomé y tomé.
Tragué y tragué hasta mi último aliento.
Escupí mi horror sangrando en mis manos.
Odié la que estaba vistiendo.
Intenté asesinar
todo cuanto venía escondiendo
y para ello
debía asesinarme,
asesinarme muriendo.

Decidida
lloré lágrimas somníferas.
Me ví
me sentí yéndome
y cerré mis ojos
sin paz
pero con paz caí.
Y desperté
Por alguna razón hubo un error y abrí mis ojos… otra vez.

Y pude ver
que el pozo había sido más profundo que nunca,
que la oscuridad me había invadido culposa
culpable
culpa.

Ansiosa la vida no me soltó
y la muerte sin querer perder
solo se llevó lo que debía morir y la dejé.
Esa noche…
Esos días…
La vida sopló la arena de mis ojos
Y la muerte me libró del mal
de todo mal
del pecado
de la culpa
de esa lupa que insulta,
de esa opinión mía que solo me injuria.

No renací ni morí
solo seguí.
Quizá por ese error, esa razón,
esa suerte…
Ese abrir los ojos y sentir mi pecho latiendo
normal
como siempre,
pero fuerte
austero
concretamente loco y así funcionando
connotado,
simbolizado en el reloj que no se detuvo
que anduvo
que sostuvo
que contuvo,
que hizo eco en mi mayor silencio

Cobarde?
No lo creo.

Existen impulsos internos que son tempestades
que cobran significación
cuando uno en el tiempo
ata los hilos,
construye ideas y supera
la angustia de caer en algo desconocido.

Existe un interior más sabio y seguro
que domina la fiera del afuera.
Y esa que me sostuvo
mientras caíamos,
supo ser arpón y agua
me abrió y curó
me abrazó
me sonrió

me amó
y la amo
En el reflejo de mi mirada.

Quizá no quede nada
o quede todo,
no importa.
Si estoy presente tan carne viva
tan latiente
tan siniestramente concreta
tan sola

tan solitariamente perfecta.