Traductor

sábado, 10 de diciembre de 2016

Te vi.

Parada en la vereda de enfrente, siempre en la vereda de enfrente, te vi.
 Yo esperaba algo o alguien, ya no recuerdo; en ese momento te convertiste en mi único recuerdo.
Te vi salir y te vi entrar, te vi pasearte como espectro tras tu ventanal, te vi recorrer todas las calles de esta ciudad, te vi mojado por la lluvia corriendo y te vi sonreír por algo que no me incluía.
A tan solo unos metros pude tomarte las manos, llevarte contra la pared y sazonar tu cuerpo con mi lengua, degustar tus tatuajes, limpiar tus pecados, suavizar tus heridas, logré cierres tus ojos y abras tus pupilas. Pude secar tus lágrimas con mis besos e incite a que grites con esa voz que me eriza las noches en que te pienso.
Tuve tu fricción contra mi cuerpo, el vaivén del bendito infierno ardiendo tan adentro mío que los demonios huyeron sonrojados pidiendo asilo en el cielo.
Te inventé mil nombres, y solo respondías a “mi hombre”. Vi tus manos recorrerme, detenerme, ahondarme, socorrerme; oí tu susurro allí donde solo la piel escucha y sentí tus palabras una a una imaginadas, vestirme la mirada.
Tu sonrisa como luces de media tarde fueron cosquillas que me encendieron, tu mirada contando millones de historias vino a beberme los silencios. Supe de tu pasado pero más me miraste el presente, supe de lo que estas asqueado pero más me contaste de tu ser fuerte. Volaste y volamos, estrellándonos todos los mundos, anclando en el aire para respirar una bocanada y seguir construyendo caminos, atajos a través de nuestros muslos.
Te vi espiarme por las noches, sentí tu atención buscarme entre las sábanas, detrás de tu ventana, sobre la escalera, en el césped de tu patio en mitad de la noche y sin una luna llena. No me importó cuando leí tu afán por lo superficial, sabía que rasgando tu piel había una profundidad tan oscura y tentadora que te hacía más confiable a mi boca. No me importó cuando tu silencio se propagó por temor, porque me interesó siempre ese miedo que callabas en mi interior.


Entonces te vi,
yo parada en la vereda de enfrente
y vos ahí
sin saber todo lo que yo ya estaba diciéndote.
Entonces me miraste
tan profundamente me miraste
y no sacaste tus ojos de mi existencia.
Tan fuerte fue que se acortó la distancia
y me sentí aun mas atrapada
tanto así
que huí.
Mis ojos buscaron excusas en la tierra,
mi corazón punzaba mi cabeza,
se me quebraron los huesos,
me vestí con todos mis defectos…
Y me fui

Te dejé allí con toda mi historia
huí antes de que la realidad
te haga tan imperfecto y a mí tan común como cualquier ser que vive y muere sin sueños.
No me atrevo.
No me atrevo.
Y ahora te veo solo para esquivarte todo lo que más puedo,
 aunque en las noches yo te nombro y mi cuerpo te responde sediento.

Nunca más me miraste
Nunca más me atravesaste.

Y yo detrás de todos mis miedos
te espío, te veo, y vuelvo volvemos.


miércoles, 7 de diciembre de 2016

Tras los muros

Hubo un mundo tras los muros, siempre.
Una revolución aquí y allá,
a por traspasar
a por unificar, completar.
Matar lo inerte… y verme.


Hubo que escalar, tan profundo fue escalar.
Para llegar sin anclaje,
liberando el ultraje,
la violencia que me aturdía,
los gritos de allá llamando con mi voz y yo distraída.
El haberme traicionado
golpeándome hasta sentirme muerta,
respirando piedras sin callar mi sonrisa inquieta.


Querer saltar y sostenerme con todas mis fuerzas.
Querer volar y mirarme sujetándome a la tierra.
Querer gritar mientras mi voz se silencia con muecas.
Querer estrellarme contra mi imagen para salir de mí
y verme jugando con las heridas, tan pacífica, tan siniestra.

Hubo un muro para llegar a mi mundo… siempre.
Y tan elocuente es la vida
que teje la estrategia del tiempo para darme
la hendija perfecta, la concreta;
para que tan solo en un paso,
sin tanto esfuerzo,
sin tanto arañazos,
sienta mi mano llegando al mejor de los estados;
mientras todo eso se va extendiendo hasta los huesos
y me voy encontrando.


Todos los motivos que encontraba,
todo lo que me movilizaba,
era para atarme y mantenerme quieta.
Todo era un movimiento hacia abajo.
Tragando mí barro
putrefacto
gritando.
Mientras yo misma,
empujaba entre llantos y risas,
mi cuerpo hacia
Abajo
Abajo
tan abajo
como no existe
¿cómo fue que lo hice?
¿cómo pude destruirme?



Algo de mí se mantuvo volátil
quizá una esencia,
un aroma a letras y risas,
una carcajada que supo huirme
para salvarme

Y cuando todo desaparecía sobre mí
…Me oí reír.
Quise verme antes de lo que creí eterno
y allí estaba la entrada tan sencilla
y sin mas que solo querer, pude pasar
traspasar
unificar
completar.

Mi mundo tiene tantas aristas como palabras que aun no se han escrito,
un laberinto que no significa la quietud infinita sino el movimiento tempestuoso,
entre sacudones y vuelos calmos, entre salmos y mentiras, entre diluvios y sequías, entre todo y la nada
ahí estoy, luchando
encontrando
y por encima de todo
yo
y por debajo de todo
yo.
El multitudinario y solitario de uno mismo
solidario con mi yo,

Comprender, aceptar después de tanta profundidad, fue el paso. Sin esperar más que un movimiento diminuto que aletargue el hundimiento,
que aliviane todo mi cuerpo.
Y cabalgando contra el viento en el bravo resentimiento
que me tuve
poder, encontrarme y abrazarme
con la soledad.
Que es la multitud más confortante abrazada a mis pedazos
uniendo mis miedos a mis sueños y armando
todo aquello que se necesita:
ese uno mismo
dentro de todos los mundos,  saltando cada uno de los muros.

Jugando a la felicidad
con el dado del dolor
tan solo para avanzar.
Casilleros desordenados en un tablero que voy pintando
ese es el universo de mis mundos
pero ahora no juego contra mí misma
sino que hago de todo el caos,
un caos digno de mí
y vuelvo a apostar… a por sentir.