Bailaba seducida
por el viento,
acariciando
las copa de los árboles,
jugaba con
las gotas
antes de desprenderse
del cielo.
Corría descalza
sobre los labios del tiempo.
Dibujaba mi
nombre
en los
rincones del universo.
Atravesaba los
aromas de las sombras
y las
guardaba en las manos del invierno.
Pintaba caballos,
libres sobre
el mar
y el
polvillo de sus marchas,
salpicaban mi
ciudad.
Era polizonte
en las alas de las hadas.
Y era el
color rojizo de los desiertos.
Hurgaba en
las corrientes de todas las aguas
y asaltaba todos
sus secretos.
Estornudaba
carcajadas,
escondida entre
las plumas
transparentes
de los pájaros
indefensos.
Era la
coladera de aromas florales
que entra
por las rendijas,
para atraparte
y atraparme,
un instante
en tus mejillas.
Suspiraba los
rayos del sol sobre tu mirada.
Y montando un
caracol,
me escapaba…
Era el
grito del agua reventando contra las rocas,
y era la
palabra suave acariciando la arena.
Era la
noche sola
vistiendo a
las sirenas.
Jugaba al ta-te-ti
con los
demonios.
Y a los
dados, con los sueños amputados.
Construía castillos
de naipes
Sólo para
soplarlos.
Escalaba las
soledades,
sin llegar
a sus cimas...
Quería sientan
mis cosquillas.
Hacía burbujas
con las palabras
y me
divertía cuando te estallaban
en la cara.
Te desordenaba
las sábanas
y rompía tus herméticos silencios.
Me recostaba
sobre tu cuerpo
y te
contaba los deseos pecaminosos,
entre la
luna y la bruma,
entre las
nubes y los truenos.
Respetaba tu
ausencia
y me perdía
en ella,
desde ella
y para ella.
Construía murallas
para que me defiendan,
con ladrillos
de algodón de azúcar
y leones de
caramelo
que rugían deseo.
Encendía letras
sobre las leñas,
sin noción
de educar.
Sólo para ser
chispa de esmero,
ser luz en
la oscuridad.
Solía volar, tocando mis cielos,
rozando mis
infiernos.
Estrellándome
en mí reflejo.
Solía ser
algún lugar perdido,
un mundo defeso
para la realidad.
Un estanque
divino.
Un secreto
revelado en la intimidad.
También supe
arropar
a mis niñas
que dormían sobre las estrellas.
Jugaban desde sus piecitos,
con todos los
duendecitos
enamorados de
sus presencias.
Supe ser
leona asesina.
Llorar sin
media.
Secarme.
Arrastrarme.
Conocí la herrumbre
con que te sepultan las pérdidas
y reconciliarme
con ellas.
Supe ser
super héroe
y la villana
que muere.
Sonreí ante
el viento.
Aspiré todos
mis desiertos.
Fui una
inútil comunicadora de mis versos
y me hice
útil gracias a ellos.
Y hoy…
Todo y
cuanto siento, vivo, expreso…
es exactamente
igual al pasado.
Que es
futuro desde este punto,
que se
conjuga como incierto
pero bien
válido como único y certero.