Las palabras vienen
desde el viento.
Susurradas desde la
cintura de un árbol,
con la fragancia
suave tras atravesar las nubes,
con el tacto dulce al
rozar la humedad del pasto.
Las palabras vienen a
cosquillearme el alma.
A encenderme las
emociones.
A alivianar mí carga.
Las palabras llegan constantes
como los recuerdos o
el silencio,
como el dolor o la
nostalgia.
También llegan como
caudal de agua clara
que me empapa de a
poco
para dar lugar a la sonrisa, a vivir a dejar de sufrir
… llegan
constantemente para hacerme surgir.
Las siento rodeando
mi cuello como una caricia,
recorriendo mi cuerpo
como energía.
Las siento besándome las
manos la frente,
tejiendo un caparazón
que se transforma en ventana,
en cielo en alas en
vuelo, en mi aura
Las palabras me
llegan, no las invento…
Y es que todo
desierto
necesita del viento
para volar.
Necesito el susurro
desde adentro,
necesito escucharme
respirar.
Ese viento que a
todos golpea
en mi se queda.
Me habita.
Me degenera.
y por fin me arregla…
Las palabras todas,
enroscadas y filosas
puras y majestuosas
borrosas y blandas
altivas e inalcanzables
profundas y luminosas…
todas
llegan a mi sangre y se
convierten en pulso.
Laten mi cuerpo.
Distorsionan mi aburrido
mundo.
Enloquecen mis muslos.
Bailan desatando mis
nudos…
Y nacen.
Hoy desnuda me visto
de viento
para atravesar el
mundo
susurrando mis
demonios,
avivando el fuego,
creando tormentas o
simplemente,
simplemente
acariciar tu cabello.
Y ese viento que sin
notar te abraza, entra apasionado
dentro de tu mente
garabateada por monstruos gigantescos de caras alargadas
que pesan sobre tus
hombros y oscurecen tu mirada.
Mi vestimenta que es
un soplo de mi total desnudez te deja allí dentro, tallado sobre las manos de tus
miedos
la simpleza de mi
beso
la sonrisa de mi
calma.