Primer acto:
En una habitación pequeña, se encuentran tres
mujeres, cada una inmersa en su propio pensamiento.
Sobre las brazas de un fuego que tiende a
apagarse, la mirada fija de una de ellas:
¿Puede la
luz extinguirse porque así se ha proclamado?
¿Acaso un
puñado de opiniones pueden desde sus miradas,
absurdamente
matarla?
O el simple
movimiento de no mirarla
al ser
ellos mayoría, ¿ya la apagan?
¿Así como
agoniza éste fuego ante mis pupilas,
agoniza mi
alma?
¿Cómo puede
una tenue llama
quemarme por
dentro
hasta
llagarme las palabras?
¿O es el
silencio que pronuncia mis gritos,
lo que
enmudece mis sentidos
Y apuñala
la calma?
¿Qué me otorgarían
mis reprimidas palabras?
Silencio solo interrumpido por algún que otro
suspiro.
No tan alejado del fuego, se encuentra una mesita pequeña
que sostiene un gran reloj. Otra de ellas que se encuentra con su cuerpo
apoyado contra una de las paredes, tiene su mirada fija en él.
¿Puede el
tiempo extinguirse porque así se ha proclamado?
¿Acaso un
puñado de opiniones pueden desde sus miradas,
absurdamente
matarlo?
O el simple
movimiento de no mirarlo
al ser
ellos mayoría, ¿ya pueden apagarlo?
¿Así como
agoniza éste tiempo ante mis pupilas,
agoniza mi
alma sumisa?
¿Cómo puede
el paso del tiempo,
quemarme por
dentro
hasta
llagarme las palabras?
¿O es el
silencio que pronuncia mis gritos,
lo que
enmudece mis sentidos
y apuñala
la calma?
¿Qué me regalarían
mis reprimidas palabras?
Sobre el piso, se extiende otra figura femenina
que juega con sus manos haciendo sombras frente a la fogata que reclama más
leños.
Si veo lo
que veo
¿Por qué se
empeñan en cegarme?
Si hay
sombras que creo
¿Por qué se
empeñan en negarme?
Si encuentro
mis formas
¿Por qué me
imponen sus normas?
Si encuentro
mis deseos
¿Por qué me
imponen sus miedos?
Corren mis
dedos por el espacio
uniendo luz
y oscuridad,
dibujando mis
millones de rostros
y ellos,
solo juzgan sus temores
imponiendo ante
todo
esa
miserable mediocridad;
que visten
tapando sus demonios
sin
dejarlos volar.
Sin rostros
bajo sus caretas.
Sin valentía
que retumbe como tambores.
Se atreven
a pronunciar
discursos
absurdos…
Y esa
hipocresía
se arma de
bondad
para atravesarme
sin piedad.
Sobre una vieja silla postrada en un olvidado
rincón yace taciturna una hoja en blanco.
Se escuchan gemidos de dolor y cada una de ellas
deja sus pensamientos para tratar de descifrar la ubicación de aquel ruido
doloroso.
Se miran desorientadas en la ubicación.
Silencio de pensamientos.
Los gemidos pasan a quejidos, los quejidos a
gritos, los gritos a llanto y la hoja en blanco se tiñe de tinta negra que comienza
a chorrear como si se estuviera derritiendo. Ellas asustadas miran lo que
ocurre. Y en ese momento sin ardor ni tiempo y sin sombras ni luz, por fin unen
sus miradas.
Tal fuerza se desprende de aquel choque que ellas
comienzan a unificarse perdiendo miedos y dudas. Poco a poco se comienza a formar
el mismo cuerpo pero nuevo aunque con los mismos ojos y manos; ésta que se
encuentra parada con total fortaleza en medio de la habitación solo tiene un destino
marcado por su sed, y hacia él corre…
Corre y luego de un envión, como si fuese a volar,
se sumerge en la hoja impregnada en tinta. Luego de un momento, saca su cabeza
como si estuviese tomando aire y lambe la tinta de sus labios, comienza a salir
poco a poco completamente desnuda y cubierta por la negrura de la tinta. Lame sus
manos, sus brazos, sus piernas, sus pechos y se desespera por beberse.
Su lengua se alarga, alcanzando sus laderas
febriles. Comienza a gemir mientras se acicala y alimenta. Comienza a usar sus
manos para recorrer su nuca, sus labios, su cuello, sus pechos que se
estremecen ante el juego de calor y los suspiros hondos que emana su boca. Sus manos
van donde su lengua y ella se enreda sola con ella y ellas.
Se desparrama en el piso mientras sus ojos se
cierran gritando la súplica de un toda a un más. Más. Más y más hasta obtenerse
toda, hasta armarse, amarse y crecer desde el deseo absoluto.
Se eleva y contrae sus muslos, su vientre, sus
labios, sus manos. Sus quejidos suenan profundos como si los hiciera hacia su
adentro. Contrae su cuerpo una dos tres, múltiples veces.
Y cae.
Pero de pie.
Con alas extendidas sobre su espalda. Respira hondo
y pronuncia:
Soy aquella
de aquellas
que nace
para ser sólo ella,
desde ellas.
Soy pies en
la tierra.
Alas en los
cielos.
Mente en el
conocimiento.
Y sexo latiendo.
Soy mi
soledad y mi comunidad.
Tengo el
poder de ser sin depender
y no lo cedo
ante amores
ni ante lo
que puedan decir de mí.
No me
detengo ante dudas ni ante imposiciones,
nací para
existir.
Nunca se extingue la luz
ResponderEliminarsi es que la llevamos dentro
nunca se apaga la llama
nunca se detiene el tiempo
siempre hay alguien que escucha
lo que gritan los silencios..
Besos, querida Laura
Este texto hay que leerlo varias veces porque a cada vez, una sustancia nueva me hace pensar en cosas que se difurcan quizá al infinito...Siempre me sorprendes. Hace unos días escribí acerca del silencio, es lo que sigue:
ResponderEliminarSin duda hay cosas invisibles que todos sabemos. La memoria también es invisible pero existe...Nuestra verdad es invisible y existe a pesar de la gente que la busca. Son tantas cosas invisibles, que cuando se palpan siendo reales fueron pasado al sentirlas y entonces, viven en nosotros, invisibles. Miles de creencias van de boca en boca pregonando que existen como rio que suena agua lleva pero, nunca se percibió con nuestros sentidos.
Sigo pensando que nuestro corazón es sabio en admitir las cosas para ver su verdad. Nos pueden engañar y manipular y aún así, nos queda un rescoldo de la duda que nos ayuda por lo menos a ver la mentira. Mucha gente niega la existencia de una verdad total; que la verdad cierta es algo que no existe o de difícil testificación...
Yo, pobre de mí, sé que existe la verdad pero no la alcanzo quizá por falta de recursos. Aparece de vez en cuando en mi interior de forma inquebrantable y mi meta, es alcanzar todo aquello que yo mismo me demostré en alguna ocasión, aunque fuera durante un segundo.
La palabra se refleja en la mirada o se escucha. Unas veces se olvida y otras no. El sentido de la realidad también es invisible y lo quieran o no, vive en nosotros de forma tajante... y quién no lo tenga como dicen por aquí: "Está apañao"...