Hubo
un mundo tras los muros, siempre.
Una
revolución aquí y allá,
a
por traspasar
a
por unificar, completar.
Matar
lo inerte… y verme.
Hubo
que escalar, tan profundo fue escalar.
Para
llegar sin anclaje,
liberando
el ultraje,
la
violencia que me aturdía,
los
gritos de allá llamando con mi voz y yo distraída.
El
haberme traicionado
golpeándome
hasta sentirme muerta,
respirando
piedras sin callar mi sonrisa inquieta.
Querer
saltar y sostenerme con todas mis fuerzas.
Querer
volar y mirarme sujetándome a la tierra.
Querer
gritar mientras mi voz se silencia con muecas.
Querer
estrellarme contra mi imagen para salir de mí
y
verme jugando con las heridas, tan pacífica, tan siniestra.
Hubo
un muro para llegar a mi mundo… siempre.
Y
tan elocuente es la vida
que
teje la estrategia del tiempo para darme
la
hendija perfecta, la concreta;
para
que tan solo en un paso,
sin
tanto esfuerzo,
sin
tanto arañazos,
sienta
mi mano llegando al mejor de los estados;
mientras
todo eso se va extendiendo hasta los huesos
y
me voy encontrando.
Todos
los motivos que encontraba,
todo
lo que me movilizaba,
era
para atarme y mantenerme quieta.
Todo
era un movimiento hacia abajo.
Tragando
mí barro
putrefacto
gritando.
Mientras
yo misma,
empujaba
entre llantos y risas,
mi
cuerpo hacia
Abajo
Abajo
tan
abajo
como
no existe
¿cómo
fue que lo hice?
¿cómo
pude destruirme?
Algo
de mí se mantuvo volátil
quizá
una esencia,
un
aroma a letras y risas,
una
carcajada que supo huirme
para
salvarme
Y
cuando todo desaparecía sobre mí
…Me
oí reír.
Quise
verme antes de lo que creí eterno
y
allí estaba la entrada tan sencilla
y
sin mas que solo querer, pude pasar
traspasar
unificar
completar.
Mi
mundo tiene tantas aristas como palabras que aun no se han escrito,
un
laberinto que no significa la quietud infinita sino el movimiento tempestuoso,
entre
sacudones y vuelos calmos, entre salmos y mentiras, entre diluvios y sequías,
entre todo y la nada
ahí
estoy, luchando
encontrando
y
por encima de todo
yo
y
por debajo de todo
yo.
El
multitudinario y solitario de uno mismo
solidario
con mi yo,
Comprender,
aceptar después de tanta profundidad, fue el paso. Sin esperar más que un movimiento diminuto que aletargue el hundimiento,
que
aliviane todo mi cuerpo.
Y
cabalgando contra el viento en el bravo resentimiento
que
me tuve
poder,
encontrarme y abrazarme
con
la soledad.
Que
es la multitud más confortante abrazada a mis pedazos
uniendo
mis miedos a mis sueños y armando
todo
aquello que se necesita:
ese
uno mismo
dentro
de todos los mundos, saltando cada uno
de los muros.
Jugando
a la felicidad
con
el dado del dolor
tan
solo para avanzar.
Casilleros
desordenados en un tablero que voy pintando
ese
es el universo de mis mundos
pero
ahora no juego contra mí misma
sino
que hago de todo el caos,
un
caos digno de mí
y
vuelvo a apostar… a por sentir.
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